Arrastro una multitud de lamentos
hasta una cueva de lagartos que invernan,
me cobijo con tus sollozos que me llegan
desde la ciudad profunda
pero no puedo dormir
no puedo oler
no puedo reír.
El espejo refleja la peor sombra de la tarde
y la noche se resiste a darme sueños
y la mañana siguiente se niega a despertarme
y el apetito me desconoce,
y mis piernas me llevan a pasear sin rumbo,
sin ganas,
desvanecido.
Un grito desesperado que en la noche no se oye,
sábanas sudadas y lagrimeadas ya están aburridas de mi insomnio
del que no se atreve a hacer lo único que puede,
como estéril lamento de bruja empapada
por la lluvia de tus alaridos y escupos.
Humillarse a tus pies sería una suerte contenta.
Caería de puro gusto a tus pies de paloma colosal
nacida en las entrañas del sol,
si tan sólo me regalaras una de tus miradas de desprecio de témpano eterno...
Un alma que se pudre
como fruta madura
caída del árbol de luz que es tu pecho.
Anhelo porfiado y profundo de volver a la fuente del ronroneo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario