
Mi madre me heredó un país
y ella misma, con sus cansadas manos,
lo fabricó para mí.
Desarrolló sus amaneceres,
alimentó sus faunas rapaces,
cosechó sus floras,
orquestó atardeceres inoxidables,
silenció toda noche pasada.
Y ahora,
que lo habito completamente,
me dice que tengo que dejarlo.
Y cada vez que he salido
de sus cálidas y tormentosas fronteras,
me anima a no volver,
me pide que lo deje,
me exige que no sea patriota
de un país que me recuerda mal.
Y cada vez que me sabe fuera
a cerrar las puertas
comienza
a dejarme fuera,
esa es su meta.
Mi madre me heredó un país para quitármelo
para hacerme sentir el vacío
en el cual,
sobre el cual inventar un cielo que sea una salida perpetua,
ramificación descontrolada,
de lo que ocurre afuera.
Mi madre es patria
un sol dispuesto a dejarme sin zapatos
mi madre es patria solterona envidiosa
decidida a dejarme en el mismo sitio
a no moverme de afuera
a no dejarme entrar.
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