A Juan de Dios
Por ahí yace el cuerpo-poeta
inubicable
solo,
gritando (le) a los cuatro vientos
su mutismo íntimo, insondable,
entrañable poseedor de una verdad particular y absoluta.
Todo es real.
Lo atroz. El horror.
Pero siempre, además, la Belleza,
la relatividad que los hace posible.
Y al final, también pasa que
Nada es real.
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